El concurso de acreedores es la última frontera
para una empresa. Se trata del último bote salvavidas para poder seguir
operando, pero lo cierto es que son muy pocas las que consiguen
sobreponerse, menos cuanto menor es su tamaño. Cerca del 60% de las
concursadas en España –el 66,2% en el tercer trimestre de 2011-
facturaban menos de dos millones de euros en el momento de presentar la
suspensión de pagos y lo peor de todo es que apenas un 10% consiguió
seguir adelante. El 90% se vio abocado a la liquidación, es decir, a la
quiebra.
Además, desde el estallido de la crisis el número de concursos ha crecido más de un 340%.
Evidentemente quien llega a una situación tan límite es que arrastra
problemas estructurales, que no ha sabido elegir a sus clientes, ha
perdido competitividad o todo a un mismo tiempo. En otros casos
simplemente se trata de no haber sabido interpretar las cuentas de la
empresa o de haber arriesgado en exceso sin tener en cuenta elementos
como la posición de caja o la deuda. Por fortuna, en muchos casos es
posible evitar la quiebra de la empresa o por lo menos ganar tiempo para
cimentar la recuperación si previamente se han tomado algunas medidas
preventivas.
La firma de auditoria y asesoramiento legal Russell Bedford ha elaborado un decálogo de diez trucos que nos ayudarán a saber cuál es el estado financiero real de la empresa y por lo tanto actuar antes de que llegue el concurso o afrontar éste con mayor seguridad de supervivencia.
Estos son sus diez consejos:
1. Controlar las cuentas es algo más que pagar impuestos.
Uno de los errores más habituales de las pyme es descuidar el aspecto
contable. Aunque la lógica nos dice que cuando los recursos escasean
estamos siempre pendientes de las cuentas, lo cierto es que la
contabilidad y gestión financiera es un aspecto que cuesta, y mucho, a
los pequeños empresarios. Esto se debe en parte a que son áreas en las
que el emprendedor, lejos de ser un experto, es más bien un novel. Si a
esto sumamos la falta de tiempo tenemos un cóctel que hace que muchos
sólo examinen sus finanzas cuando llega el momento de pagar impuestos.
Sin embargo, es imprescindible hacer un balance mensual o por lo menos
aprovechar el pago trimestral del IVA para saber cómo marchan las
cuentas y hacer balance de la tesorería y los flujos de caja. La
solución en este punto puede pasar por externalizar, es decir, contratar
una gestoría.
2. Hacer un escáner completo de la situación de la empresa.
De nuevo nos encontramos con un problema de falta de tiempo, de
recursos y de conocimientos. Pero de nuevo esto no hace que sea
necesario hacer un balance por lo menos trimestral para comprobar la
solvencia, los ingresos, gastos y, de nuevo, los flujos de caja. El
resultado puede ser sorprendente y en la mayoría de casos negativo
cuando se descubren pagos a los que hay que hacer frente o deudas por
cobrar. De lo que se trata es de hacer un plan de tesorería que permita
anticiparse a una posible insolvencia o, en su defecto, tener cierto
margen de maniobra.
3. Saber admitir un fracaso, o como explican desde
Russell Bedford, podar el tronco antes de cortarlo. Hay que saber
admitir cuándo una línea de negocio no funciona o cuándo es necesario
cortar un gasto por más duro que pueda parecer. Esto incluye desde el
cierre de sucursales hasta, en los casos más drásticos, el despido de
parte de la plantilla. Esta reducción de costes, en la mayoría de casos
traumática, puede ser la que salve a la empresa.
4. Reducir estructura para ganar eficiencia. Ni mucha
ni poca. Toda empresa tiene un punto de equilibrio entre estructura
organizativa y productividad y eficiencia. La clave está en encontrarlo.
Hay que tener el número de departamentos adecuados a la actividad y
tamaño de la empresa.
5. Hacer la empresa más atractiva para atraer financiación. Contar
con el apoyo de inversores es la mejor forma de conseguir financiación,
al margen del capital que pueda aportar cada uno de los nuevos socios.
6. Crecer con capital propio o, dicho de otra forma, no
endeudarse más allá de lo necesario. Uno de los errores más comunes es
depender exclusivamente de los recursos externos para crecer o pensar
que para seguir creciendo es necesario pedir un préstamo. Hay ocasiones
en las que un proyecto concreto necesitará una inversión fuera del
alcance de la empresa, pero esto no es aplicable a todos los
emprendimientos ni mucho menos.
7. Si el negocio es viable, comunicarlo. Hay que
demostrar nuestra solvencia o cuanto menos la posibilidad de salir
adelante. La mejor forma de hacerlo es a través de un plan de
viabilidad, algo fundamental para las empresas que prevén estar en
dificultades financieras en los próximos meses. Ese será el documento
que servirá para calmar a los acreedores y hacerles ver que si tienen
paciencia recuperarán su dinero.
8. No esconderse de los acreedores. La mayoría de
empresas tienecuatro tipo de acreedores: los trabajadores, los
proveedores, las administraciones públicas y las entidades financieras.
Dependerá de cada compañía dar prioridad a uno sobre otro a la hora de
proceder a los pagos, aunque buena parte de las pyme opta porque sean
los trabajadores los primeros en cobrar. En cualquier caso, lo
importante es dar la cara ante ellos y tratar de alcanzar un acuerdo con
los pagos.
9. No vivir ahogados. Tan importante como fijar una
serie de prioridades en lo que a los acreedores se refiere es el
establecer una serie de plazos para los pagos. Una empresa con problemas
de caja no podrá hacer frente a todos sus gastos de forma inmediata y
por eso hay que tratar de cerrar acuerdos para el pago a seis meses e
incluso un año vista. Diferir estas entregas de dinero será lo que
permitirá recuperar caja y no dejar que el negocio muera por falta de
recursos.
10. Solicitar el concurso de acreedores. En caso de
que no consigamos a ningún tipo de acuerdo o que este no asegure la
viabilidad de la empresa siempre se podrá solicitar el concurso de
acreedores. Se trata de un procedimiento legal del que no hay por qué
avergonzarse. De hecho, hay ocasiones en las que solicitarlo a tiempo y
de forma voluntaria puede ser lo que salve el negocio.
En definitiva, se trata de estar pendientes de lo más importante en
cualquier negocio, su rentabilidad, y de hacer lo posible para que, en
caso de dificultades, dispongamos de las herramientas para conseguir el
tiempo que necesario para reflotar la empresa.
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